CONCEPTO Y ORIGEN DEL DINERO

Pese a que la Teoría Económica desde sus mismos comienzos ha sabido ver la importancia fundamental que tiene en el funcionamiento de la economía, no ha acertado aún a alcanzar una definición universalmente aceptada de dinero[1]. Se explica este hecho por la diversidad de perspectivas desde las que los economistas han abordado el fenómeno monetario. Conviene recordar que esta variedad de puntos de vista, que, en ocasiones, también se encuentra en el ámbito de las ciencias naturales, se ve acentuada en el caso de la Economía, disciplina poderosamente entreverada de ideología, en la que parece difícil evitar que la visión teórica e incluso empírica de cada economista se vea afectada, en mayor o menor medida, por sus posiciones políticas, o que suceda, como mínimo, que, aunque dicha afectación no se haya producido, dichas posiciones políticas sean aprovechadas por los partidarios de las corrientes de pensamiento opuestas para esgrimirlas contra sus rivales a modo de falacia ad personam. Irving Fisher, no sin cierta ironía, expresaba así esta circunstancia[2]:

“It has seemed to me a scandal that academic economists have, through outside clamor, been led into disagreements over the fundamental propositions concerning money. This is due to the confusion in which the subject has been thrown by reason of the political controversies with which it has become entangled.

As some one has said, it would seem that even the theorems of Euclid would be challenged and doubted if they should be appealed to by one political party as against another”.

Como tendremos ocasión de ver en su momento, esta diversidad de perspectivas trasladada a otras cuestiones monetarias como, por ejemplo, el problema del origen del dinero, ha suscitado enconados debates en los que las distintas escuelas asumen también posiciones políticas antagónicas (es el caso, por ejemplo, de los partidarios de la Teoría Monetaria Moderna frente a los economistas ortodoxos) de manera que sobre los planteamientos teóricos de unos y otros acaba sobrevolando la sombra de la sospecha de sesgo ideológico. No ocurre lo mismo, creemos, con la definición de dinero o, mejor, con las definiciones de dinero. Todas las que conocemos siempre aportan algo como punto de partida para una mejor comprensión del fenómeno monetario y contribuyen a una delimitación más precisa del concepto de dinero. Naturalmente, es identificable un fondo común a todas ellas que resulta enriquecido y completado por los distintos atributos del dinero en los que cada una de las diversas definiciones hace énfasis por separado. Son, precisamente, ese fondo común y la identificación de las propiedades que, según las distintas corrientes de pensamiento monetario, caracterizan al dinero, las que nos pueden permitir proponer una definición lo más completa posible, pero no una definición, es preciso advertirlo ya, “platónica” o “esencialista”, sino una definición “nominalista” o funcional. Como es sabido, las definiciones del primer tipo pretenden ser una suerte de ventana intuitiva a la Idea o Forma platónica del objeto definido, a su esencia, y, por tanto, pertenecen al dominio de la metafísica, mientras que las del segundo, menos ambiciosas y más prácticas, representan solamente un rótulo que, por razones de economía del lenguaje, se usa para designar un fenómeno por sus características. Éstas son las usadas en las ciencias empíricas. Esta importante distinción entre ambos tipos de definiciones es explicada con gran claridad por Karl Popper[3], quien, en expresión muy gráfica, decía que las definiciones esencialistas se leen “de izquierda a derecha”, mientras que las nominalistas, por el contrario, se leen de “derecha a izquierda”[4]. Es una definición de esta segunda clase, insistimos, la que, en un ejercicio de síntesis, se va a intentar extraer de las definiciones sostenidas por los autores más relevantes, las cuales se exponen y estudian a continuación.

En general, las definiciones de dinero se pueden reconducir a las dos clases de definiciones señaladas por Popper y que se han explicado en el párrafo anterior: las esencialistas y las nominalistas. A estas últimas nosotros, por las razones que se explicarán más adelante, preferiremos llamarlas funcionalistas. Las definiciones del tipo esencialista son agrupables, a su vez, en dos categorías distintas: las que conciben el dinero como crédito (que denominaremos de dinero-crédito) y las que lo entienden como instrumento para el intercambio (que llamaremos de dinero-instrumento). Las definiciones funcionalistas, por su parte, renuncian a dar una determinada “idea” de dinero, y optan por hacer una relación de las funciones que debe cumplir un bien o un derecho para poder ser considerado tal.

[1] Bofinger, Reischle y Schächter califican de “asombrosa” (erstaunlicherweise) la extrema controversia que todavía suscita entre los economistas monetarios esta cuestión central de su disciplina y citan a Osborne, quien señaló: “If a principal purpose of definition is to bring `peace of mind´(…) monetary economics has failed us. The definition of its central concept has been unsettled for many decades and is more controversial than ever”. Véase Geldpolitik. Ziele, Institutionen, Strategien und Instrumente, pag. 459, Verlag Vahlen, München, 1996.

[2] The Purchasing Power of Money, its Determination and Relation to Credit, Interest and Crises, Irving Fisher, 1911, página 5 PDF Liberty Fund.

[3] La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper, Ediciones Orbis, Barcelona, 1985, pags. 206-210

[4] Popper abunda en esta idea de la “victoria del nominalismo metodológico en las ciencias naturales” en La miseria del historicismo, 1957, Edición digital Titivillus, pag. 25.